sábado, 3 de octubre de 2009

Parte 3




 Sacando una conclusión

Salí del trabajo y aún sin despedirme,
miré al cielo para asegurarme
de que la noche estaba despejada.

No se veía ni una sola nube,
solo una preciosa luna en cuarto menguante,
y alguna que otra estrella con luz vidriosa
debido a la contaminación lumínica de la ciudad.


Me despedí rápidamente y andé hasta casa.

Solté las cosas y me cambié
poniéndome algo más cómodo
que el propio uniforme de trabajo.

Abrí la reja y me senté una vez más.
Pasaron primero los minutos,
luego un cuarto de hora,
y hasta media hora.

La verdad es que la paciencia,
no es mi mayor virtud,
pero después de ese tiempo,
ya pensaba que simplemente
no ocurriría nada.

Justo cuando ya iba a bajar
para irme a la cama
la luz se encendió de nuevo.


Me giré en redondo
poniendo toda mi atención en aquella puerta
que me había tenido en vilo durante dos días.

Él salió y esta vez fuí yo la que dio el primer paso...

-¿Hola?
- Hola
- Hola soy Rebeca
- Lo sé

Al principio me quedé paralizada,
luego reflexioné:
existe mi buzón de correos,
donde pone mi nombre y mis apellidos,
por eso lo sabe.

- Y, ¿Tú quién eres?
- ¿Yo?, soy Lucas.
- Encantada de conocerte.

Sonrió.

- Nos conocemos, lo único que ocurre
es que tú no te acuerdas de mi.
Te sonará raro, pero no te preocupes,
ahora no puedo explicarte nada.
Pero si quieres podemos vernos mañana.

Mi corazón latía a cien por hora,
no me podía creer lo que estaba oyendo.
*- Y ¿qué pregunta era esa?
Claro que quería respuestas,
pero, ¿sería capaz de quedar
con un completo desconocido? -*.

Algo en mi rostro debió delatarme
porque automáticamente él dijo:

- Sé que puedo parecer un obseso,
pero créeme, nos conocemos.

*-Claro, tú que vas a decir -*, pensé.
Pero había algo en su rostro,
algo en sus ojos que decía que no mentía,
que estaba diciendo la verdad.

- Voy a decirte una cosa,
solo para que quede constancia
de lo bien que nos conocemos,
aunque me hiciste jurar que jamás
se lo diría a nadie.
Sé que cada día de tu cumpleaños,
andas convencida de que estas gafada,
y solo te pasan cosas malas
durante esas horas.

Me quedé lívida,
mi cabeza no paraba de repasar
en qué momento yo le había contado
esa estúpida teoría a alguien.

- Mañana, a la 1.00
en tu sitio preferido del parque.

Y sin decir nada más apagó la luz
y se fué.

Entré dentro,
necesitaba pensar, pensar,
y sacar alguna conclusión de todo ese embrollo,
de todo ese lío en el que me había metido;
y lo más importante, antes de 24 horas.


1 comentario:

Sidel dijo...

Me gusta!!! que intriga!!! besicos